Es que me da la vergüenza

Hace algún tiempo uno de los trend topics del Twitter le tocó a Martha Higareda. Lo que lo detonó fue las imágenes de un topless aparecidas en la malograda cinta Tlatelolco. De inmediato la turba twittera,  —que muchas veces me recuerda a los típicos abusadores de la secundaria— hizo de las suyas mofándose cruelmente de los senos de la actriz al tiempo que sacaba a relucir lo más posible su misoginia y la vergüenza inherente que tenemos los mexicanos ante un cuerpo desnudo.
     Esto no es nuevo, la doble moral mexicana ha llevado a crear éxitos de cine pornográfico o erótico que ante la sociedad negamos pero que en secreto atesoramos. Un ejemplo de esto es el lote de películas pornográficas encontradas por la Filmoteca de la UNAM, principalmente cortos de cine silente en los que se puede apreciar a diferentes personas teniendo sexo sin ningún tipo de tapujos. Los títulos de algunos de ellos lo dicen todo: Las muchachas, El sueño de Fray Vergazo y Tortillas calientes. Cosa curiosa, dichas cintas fueron creadas cuando el movimiento cristero estaba a todo vapor. Estas piezas eran exhibidas en prostíbulos clandestinos o en sitios que servían como pantalla para que las buenas consciencias pudieran disfrutar de ellas, como falsas librerías.
            De la misma forma, las llamadas sexicomedias, --que vieron su inicio con Bellas de noche a cargo de Miguel M. Delgado--, sostuvieron la industria cinematográfica nacional durante casi dos décadas. La gente negaba verlas pero La pulquería tuvo llenazos enormes. Sin embargo, las cintas de ficheras como también eran llamadas, prometían más de lo que cumplían y pese a mostrar mucha carne de las divas como Lina Santos o Sasha Montenegro, las tramas más bien eran gazmoñas y pudorosas. El amor triunfaba y los malos e infieles eran castigados al final.

            Esa situación no ha cambiado actualmente; en la televisión se siguen mutilando las películas cortando trozos enormes donde aparezca un desnudo o una situación comprometedora, es decir condenando la belleza de un cuerpo desnudo.  Lo bueno es que los lectores de Playboy y un servidor sabemos apreciar y aquilatar la belleza de la piel femenina que se entrega con ropa o sin ella.
Columna aparecida en Playboy México.

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