Halloween 35 años después

Fue en un duro otoño de 1985, si no mal recuerdo, que mediante una videocasetera instalada en un antiguo cuarto con techo de lámina que la casa paterna se convirtió en una sala de cine. En ese ingenio, previamente conectado a una enorme y estorbosa televisión de torreta, fue la primera vez que pude ver a ese ente sin rostro llamado Michael Mayers en Halloween.
            La cinta estrenada el 25 Octubre de 1978 en Estados Unidos y que no pudo ser vista hasta diciembre del siguiente año en nuestro país, fue un pedido expreso del productor Moustapha Akkad a John Carpenter. El libanés le dijo que quería una película de un asesino de niñeras. El norteamericano se puso manos a la obra y comenzó a desarrollar un guion que acabaría dirigiendo y musicalizando –para abatir costos—  acompañado de su entonces esposa, Debra Hill y un grupo de amigos.
            Su película retomaría la entonces reciente moda de los asesinos enmascarados provenientes del cine de terror italiano. Carpenter dotaría de una máscara pálida, proveniente de una del Capitán Kirk a la que solo le pasarían pintura en aerosol, a su personaje. Lo interesante de este psicópata era que personificaba la maldad. En una de las posteriores versiones, se agregarían algunos minutos donde el doctor Loomis aseguraba que Mayers no debería de estar bajo mínima precaución porque él estaba lleno de maldad. Al escapar, el niño asesino le daría la razón llenando de cadáveres al tranquilo pueblo bibicletero de Haddonfield.
            Halloween vería una serie de secuelas que dejarían mucho que desear. Solamente la segunda parte continuación, que inicia justo después de donde termina la original, vendría a estar a la altura. Pese a que el reinicio de Rob Zombie, en su faceta de director pudo lograr el impacto de la original. Una de mis críticas es que brinda demasiada información e la infancia de Mayers eliminando de tajo la idea de que fuera simplemente la maldad encarnada.

            Ahora, 35 años después Halloween produce menos miedo pero igual fascinación.

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