El sobrino favorito del tío Bill, entrevista con Bernardo Fernández BEF.

BEF 
Hace unas semanas apareció en librerías una novela gráfica que venía produciéndose desde hace tiempo. Incluso hace un año, para no ir más lejos, mientras se celebraba el centenario de William Burroughs, Bernardo Fernández, conocido como BEF, compartía mesa con J. M. Servín y mostraba adelantos de su trabajo. Publicado por Sexto Piso y con un inusitado éxito, Uncle Bill, el libro homenaje al mentor de la Generación Beat y drogadicto favorito de todos, por fin fue presentado en sociedad en el cumpleaños número 101 de William Burroughs.
Luego de perseguir durante dos semanas a BEF, que desapareció bajo el peso de la promoción de su nuevo libro, lo atajo a la salida del evento de su libro en el Museo del Chopo. Así que mientras su editor, Eduardo Rabasa, le dice que lo esperaba en cierto lugar para ir a festejar la enorme fila de autógrafos que se formó una vez acabada la presentación, yo enciendo mi grabadora y lo acribillo a preguntas.
-Desde el principio juegas con la conocida anécdota del asesinato de Joan, la esposa de William Burroghs, jugando al Guillermo Tell.
A partir de que se publicó La bala perdida (escrito por Jorge García-Robles, el especialista de los Beats en México) apareció un libro sobre él en Texas del que se sabía muy poco y dos o tres más que se fueron agregando a mi investigación. Desde un principio lo que no quería era adaptar en cómic La bala perdida. Así que mi historia iba a tener otros elementos, entre ellos la parte autobiográfica, que deseaba fuera la historia de un lector genérico que se enamora de su autor favorito. Cualquiera que ha tenido esa fascinación y deseo de estar cerca de alguien a quien nunca va a conocer. Esa clase de cosas son las que yo quería aportarle al Uncle Bill. No quería quedarme en lo meramente anecdótico.
-BEF se pone el cinturón de seguridad de su camioneta. Arranca y continúo con las preguntas. Es muy común en otras partes del mundo lo que podríamos llamar Biopics, pero en México brillan por su ausencia.
Se llamarían biomics, ¿no? Pero sí, incluso hay una de Rulfo en Colombia y en Estados Unidos muchas.
-Pero aquí el peso de tu vida es casi tan importante como la del personaje.
Yo no quería eso -responde mientras nos incorporamos a Insurgentes-. Cuando comencé a meter la parte biográfica quería que fuera como un personaje genérico, le ponía mi cara porque era más fácil para mí, pero no quería lucirme o cosas por el estilo. Se me salió de las manos. Creo que es lo más confesional que he escrito. Lo que quería no era contar mi vida sino la de cualquier lector. Además quedó lindo, porque siento que es una carta de amor a la lectura.
-Va más allá de contar tu historia y la de Burroughs. Es en realidad la historia de la fascinación de un lector con un autor idealizado que incluso lo impulsa a viajar a Tanger.
A viajar, a descubrir, a investigar y a, finalmente, escribir un libro sobre su autor. Yo creo que esa es la magia de la lectura, esa conexión, que tal vez sucede en otros medios pero creo que aquí se vuelve diferente. Yo te puedo decir que Burroughs no es mi escritor favorito, es Kurt Vonnegut. Pero Burroughs me marcó para toda la vida por leerlo de muy joven. Además mi obra no es nada burroughsiana. Su estilo de escritura es muy difícil de copiar.
-Se puede copiar lo rulfiano, lo bukowskiano pero no su forma de escribir. (La noche está tranquila. Avanzamos sin problemas por Insurgentes).
Sí, hasta incluso Kerouac muy fácil de imitar, pero a él no es fácil.
-Otro personaje que está ahí siempre presente es la Ciudad de México. No recuerdo quién dijo que en ese tiempo, los cuarenta, era como París o Londres en su esplendor. A México en ese tiempo llegaron muchos visitantes.
Sí hasta está establecido un ciclo de visitantes distinguidos que empiezan con Aleister Crowley, D. H. Lawrens, Tamara de Lempicka, Tina Modotti. Yo creo que sigue siendo una ciudad prodigiosa, pero está llena de contrastes. Es una ciudad con una oferta cultural, emotiva y un dinamismo que sólo se compara con Los Angeles o Nueva York. Es una capital mundial en muchos sentidos, tal vez por eso es tan seductora. Lo que quería hacer era pagar una deuda del cómic mexicano con la ciudad. Está pendiente hacer el gran cómic sobre la Ciudad de México. Quería que el personaje omnipresente fuera ella.
-Aparte se nota que hay un trabajo de búsqueda de la iconografía de la urbe. Hay un momento de la novela en que haces un collage de fotógrafos, actores, artistas…
Es que en aquel momento era aún más seductora. Con eso quise rescatar ese momento. Eso que Burroughs no supo apreciar. No tuvo la cercanía y no le importó empaparse a fondo de la cultura, ni siquiera aprendió a hablar español bien. Pasó de largo por uno de los momentos más espectaculares de esta ciudad. Él no se dio cuenta de que estaba un momento prodigioso.
Insurgentes se nota ya bullicioso. Autos van y vienen, la gente compra cerveza o se mueve a los lugares para celebrar.
Uncle Bill_BEF_Portada
-Incluso Burroughs se ve minimizado por personajes como el famoso aboganster, Bernabé Jurado.
Es que qué personaje. Es un tipo brutal, brutal. Yo de Bernabé Jurado me entero leyendo a Jorge García-Robles. Y se roba la novela pareciendo un momento muy breve.
-Le das un lugar muy especial al hacer “Las aventuras de Bernabé Jurado”.
Es un homenaje a la tira cómica. Hice un montón de guiños visuales de ese tipo. En el capítulo donde habla Herbert Huncke aparecen Dick Tracy, Popeye, Archi y Torombolo, Evon el negro de Spirit. Hay muchos huevos de pascua, tanto en lo que dibujo como en lo que escribo, lo lleno de huevos de pascua. Es como una broma privada. Esta vez no fue la excepción.
Nos encontramos con un control de alcohol. Los autos se apelotonan queriendo escapar. BEF no ha bebido nunca en su vida. Es la primera vez que me siento completamente seguro con alguien al volante mientras los policías nos cortan el paso.
-En la novela juegas con muchas formas de contar. Es como si en una película cambiaras la cámara, aquí la cuentas como tira cómica, como chiste de Playboy. ¿Así era el plan?
Cuando escribo lo hago así. Yo quería mantener esas voces múltiples. Buscaba variar las maneras de narrar. El capítulo de Herbert Huncke no tiene casi viñetas porque es un viejo con recuerdos muy difusos. Por eso echo mano de la primera persona, en otro capítulo caigo en la caricatura del New Yorker, que es de donde sale esta tradición del chiste breve. Incluso copié totalmente el estilo de Peter Arno, que es uno de los fundadores del New Yorker. Luego me enteré que era el caricaturista favorito de Burroughs. Cuando estaba haciendo ese capítulo, me di cuenta que no hay un catálogo de Arno. Todo está fuera de imprenta. En un bazar de antigüedades de la Doctores me encontré tirado en el suelo un libro de Peter Arno. Comenzaron a suceder esas cosas. Esas peculiares coincidencias.
-Los gringos son muy dados a exagerar, a decir “la pelea del siglo”, “La serie mundial”, pero creo que desde que decae el cómic industrial en México y se hace de manera independiente hay sólo un momento muy importante: Operación Bolivar, de Clement, y creo que ahora tú llegas a elevar la apuesta. ¿Querías hacer la mejor novela gráfica de nuestro país?
No específicamente pero sí me interesaba que fuera un hito. Siempre que escribe uno se tiene la aspiración de que sea algo ya ni siquiera que importe, sino pertinente. Cuando comencé la novela deseaba que se convirtiera en un referente de los cómics en México. No sé si lo voy a lograr pero ese quiero. Yo lo planteé desde los cómics porque en literatura hay mucho, en lo gráfico hay muy poco. Es un campo fértil para trabajar y construir. En la tradición anglosajona sería una más, pero aquí sí logra ese impacto de lo novedoso ya que existen pocos referentes.
Aunque no estoy solo, está Patricio Betteo con Mundo invisible, Tony Sandoval, pero sus esfuerzos se han quedado en el mundo del cómic, que es muy lindo pero muy limitado. El autor es el que menos debe pensar en la trascendencia de su trabajo pero espero sea un detonante para que otras personas hagan obras de largo aliento.
Baja el vidrio, el policía se le acerca y ve que voy con mi grabadora levantada cerca de la cara de BEF y nos da el paso.
-Además, agregas a la autobiografía.
Sí, mi modelo era Santa Evita, de Tomas Eloy Martínez. Te va contando la historia de Evita de una forma muy bella pero muy esperpéntica. Al mismo tiempo te narra cómo escribió el libro y las paupérrimas condiciones de su vida, al grado que cae en depresión. Ese era mi modelo.
-Tú como personaje eres una contraparte perfecta para Yunkie de Burroughs, le digo, entonces frente a nosotros aparece Leonardo Tarifeño caminando con tranquilidad justo cuando cruzamos Reforma. ¡Mira!, grita BEF, es Leonardo Tarifeño. Lo vemos pasar como lo hizo Marsellus Wallace delante del auto de Butch. No decimos nada, nos quedamos callados.
Sí era Tarifeño pero no le hablé. Me dio pena. Retomando, yo no me meto nada pero, ¿habrá un drogadicto más famoso que él en el siglo XX? Borracho es Bukowski, pero drogadicto es él.
-Además es un personaje muy conocido pero poco leído.
Es más personaje que autor. Es su drama, es un gran autor sin embargo su mito lo devora. Todo eso opaca la obra. La anécdota del asesinato, esa relación con las drogas, su homosexualidad criminalizada, todo contribuye a crear un mito pero no a que se lea. A él le pasa justo igual que a los poetas malditos. Son más la leyenda que la lectura de su obra. Yo esperaría que mi libro sirviera para acercar lectores a Burroughs.

Encontramos un cajón de estacionamiento. Apago la grabadora y seguimos hablando sobre las ventas de los libros de Burroughs, sobre las apretadas semanas que se le vienen. BEF lleva más de 15 años trabajando sin parar, siempre con el mismo esfuerzo. Hoy muchos años después está disfrutando eso que sembró.

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