Entrevista con Imanol Caneyada, autor de Las paredes desnudas


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Conocí a Imanol Caneyada bajo el sol desquiciante del mediodía en Hermosillo. Resguardados en uno de los edificios de la Unison esperábamos la siguiente mesa del encuentro de escritores Horas de Junio. No lo había leído pero varios amigos ya me habían hablado de manera halagadora de su prosa. También me habían contado del “desliz” de su nacimiento. Cuando lo vi supe de antemano que ese hombre era norteño (bien parado, cara levantada, orgulloso) y español (el nombre y los rasgos faciales). Pasarían unos meses para que lo leyera y confirmara lo que decían de él. Cuando Caneyada me dijo vía electrónica que Suma de Letras preparaba la salida de su nueva novela pedí ser de los primeros en leerla. La historia de un boxeadora venida de los cinturones de miseria, que hace mancuerna con un gordo cobarde para lanzarse a la búsqueda de su hermana secuestrada me pareció al momento lo mejor que ha hecho el sonorense. Las paredes desnudas, se llama y es una novela rara para esa colección de grupo Santillana que se decanta por historias de consumo rápido. Nos quedamos de ver en Polanco. La chica de relaciones públicas nos presentó poco antes de que nosotros nos diéramos un abrazo. Tonteamos un poco, él con una cerveza y yo con un café. Entonces prendí la grabadora.
Iván Farías (IV): El narcotráfico ha eclipsado este otro gran delito que es la trata de personas. ¿Cómo te preparaste para escribir Las paredes desnudas?
Imanol Caneyada (IC): En el 2008 por mi trabajo periodístico tuve acceso al testimonio de una chica que había escapado a una red de trata de personas. La verdad fue escalofriante y brutal; me cambió el concepto que tenía de la prostitución, del negocio del sexo y desde entonces no dejé el tema. Me empecé a topar con él en diferentes circunstancias, comenzó a surgir más información, lecturas, conoces gente. Gracias a mi trabajo puede entrevistar a dos personas que están en el lado del rescate de hombres y mujeres con fines de explotación sexual. A partir de ahí yo quería hacer algo con ese tema porque es un delito que no es tan relevante a nivel mediático, como el narcotráfico. Incluso fue tipificado hasta hace un par de años. Hay muchos estados donde no hay legislación. Una doctora del Colegio de Sonora que capacita a policías y ministerios público para que entiendan el delito, me decía que en estos cursos se había dado cuenta que los MP y los policías habían tenido frente a sus narices delitos de este tipo, pero por lo complejo que es no tenían la capacidad ni las herramientas de identificarlo como un crimen.
Aparte, las víctimas son también perseguidas porque están cometiendo un delito que es la prostitución. La esencia de la trata de personas es la esclavitud, por eso es brutal. En lo personal, me parece más terrible que se comercie con seres humanos, a que se comercie con sustancias que un día, a fin de cuentas va dejar de ser prohibidas.
Todo eso me hizo encontrarme con un mundo muy cabrón. Además coincide que en Europa también “descubren” que detrás de los anuncios de los periódicos se esconde este negocio. En España cualquier periódico de provincias tiene tres páginas de contactos sexuales. ¡Es impresionante! Orientales, rusas, francesas, divorciadas calientes. Es en ese momento cuando las autoridades descubren que detrás de estas páginas no hay mujeres que van libremente a poner el anuncio y ejercer la prostitución, -lo cual sería totalmente respetable-, sino que son mafias de Europa del este que traen mujeres esclavizadas.
En España hubo una iniciativa para prohibir estos anuncios pero entró eso de la libertad de expresión y no pasó nada. En los periódicos europeos se siguen anunciando masivamente servicios sexuales de todo tipo. En México hubo también un escándalo, como por contagio, pero igual no pasó nada. Con todo esto la historia desde el punto de vista temático se fue armando.
IF: Eso es el tema de Las paredes desnudas, pero en tu novela se advierte la intención de contar algo, de que haya un enigma y la gente lo resuelva con los personajes.
IC: Claro, una cosa es tener un tema y otra muy diferente escribir una novela. Cuando me senté a escribir sí procuré que el tema quedara en segundo plano. Me concentré en construir una historia y una serie de personajes, una historia que tuviera varias lecturas. Una de ellas fue la de la miseria. Que México sea el segundo lugar en trata de personas tiene sus causas en la miseria. Por eso procuré hacer saltos al pasado para ir construyendo un entorno político, económico y social que propicie la trata. Me explico. La desaparición de personas en ciertos sectores sociales es “normal” y no pasa nada. No se investiga, es tomado como algo que debe aceptarse. En nuestra clase media, si desaparece alguien, tu primo, hermano, hermana, es una tragedia. En la pobreza la explicación más común es que agarró monte, o se fue con el novio y ya, no pasa nada.
Hogares rotos, familias quebradas. Por supuesto que ahí hay un caldo de cultivo. Por eso conté la historia de la madre de la Perra Saldívar (la protagonista de la historia). Me remonto a los ochentas. Todo esto que pasa en el norte, la llegada de las maquiladoras y la inmigración. Para contrapuntear, puse a la clase media encarnada en el enfermero (el narrador y protagonista). Él tuvo acceso a la educación, a una casa propia y muestro cómo la violencia irrumpe en su vida aunque él no quiera; como pasó en el norte hace años y ahora en todo el país.
También quería hacer una novela que tuviera una historia de amor. Claro, no en el sentido clásico pero sí contar cómo dos individuos desamparados por toda esta violencia y brutalidad coinciden y fundan una pareja en algo tan frágil como el cariño.
IF: Estos dos personajes invierten lo que se entiende por femenino y masculino.
IC: Claro y esto es totalmente pensado. Una las razones principales de la trata es el machismo. Esta forma de ver como objeto a la mujer permite que haya una tolerancia para comprar y vender al individuo, principalmente a ella. Aunque insisto, también existe comercio con hombres pero principalmente los que la sufren son ellas. En esta sociedad la mujer es transformado en objeto de cambio, entonces se compra y se vende sin culpa, sin escrúpulos. Por eso me pareció pertinente para que funcionara la historia, es decir que un hombre se metiera en este conflicto, había que invertir los roles. Así que ideé que el hombre debería tener las características que les adjudicamos a las mujeres. Por el contrario; si una mujer debería enfrentarse a este mundo de comercio carnal, debe ser asexuada y muy fuerte, por eso pensé que fuera boxeadora. Así el juego lúdico de la novela funciona porque el tema pasa a otro plano.
IF: Algunos críticos decían que la novela criminal no se podía dar en México porque la policía no hace justicia.
IC: La novela clásica no, definitivamente no se podría dar, pero para la novela negra México es el país ideal para ella. Es decir, la de Sherlock Holmes es difícil por el concepto que tenemos de la justicia que responde a una realidad. Sin embargo la novela negra que explora otras formas de entender el género sí encuentra en nuestro país un caldo de cultivo extraordinario. Yo siento que tiene buena salud. Hay buena calidad y gente que la está haciendo a partir de todas estas renovación del género.
IF: Una cosa que me vino a confirmar Las paredes desnudas es que ubicas tus historias en un norte que es como indeterminado.
IC: Exactamente. La ciudad no tiene nombre, pero tiene rasgos de Tijuana, Ciudad Juárez, Reynosa, Nogales que comparten características comunes y otras que las diferencian. Lo que hice fue crear una localidad imaginaria que no tiene nombre y que está ubicada en esta frontera con Estados Unidos y que puede ser cualquiera de ellas. Una de las razones por las cuales mis novelas no tienen un nombre es para no estigmatizar un sitio. No quiero que digan tal lado es el de la trata. Por ejemplo, uno de los lugares donde más se trafica con personas es Nogales y nadie piensa en esa ciudad de esa manera. Me decían que si era Ciudad Juárez, puede ser. No es Nogales, no es Tijuana pero puede ser cualquiera de ellas.
IF: Incluso podría ser Tlaxcala.
IC: De hecho mucha de la información que tengo tiene que ver con casos de Tlaxcala. Hay toda una trama de casos que van de Tlaxcala a Nueva York que se están investigando y que acá no se ha hecho ruido. En Nueva York hay cientos de expediente abiertos por trata de personas que inician en Tlaxcala. Y todo viene de este pueblo, Tenancingo. Incluso Almazán tiene un reportaje buenísimo sobre él. La ruta de tráfico es Tlaxcala-Nogales-Nueva York. Investigando, me encontré que en Japón las mujeres latinas son altamente demandadas. Hay una red que alimenta los barrios de Tokio en el cual hay muchísimas colombianas y mexicanas. Les dicen que hay empleos, se las llevan y allá las compran los yakuza. En las calles de Tokio hay cerca de cinco mil latinas trabajando esclavizadas.
México es uno de los principales puntos de turismo sexual, que se da en Acapulco, Cancún, en el sur. Y así las del sur van al norte y las centroeuropeas tiene demandan en México y las mexicanas en Asia. Es algo global y lleno de intereses. Si a esto le sumas la visión cómoda de estigmatizarlas, de afirmar: esa mujer está ahí porque quiere, porque le gusta. Así no la vemos como una víctima y limpiamos la conciencia.
IF: Me llama la atención de tu novela la estructura, la forma de leerse.
IC: Para mí la estructura es muy importante. Quitando Espectáculo para avestruces, donde sí me dejé llevar por la intuición; en mis demás novelas pensé desde antes cómo la iba a ir escribiendo. Lo primero que me interesó fue que hubiera tres tiempos: el pasado remoto, el tiempo del hospital y el de la búsqueda. Si hubiera sido un tiempo lineal no funcionaría, así que decidí que los tiempos fueran simultáneos, de manera que el lector mientras va avanzando en la lectura va completando la información. Esto es la parte lúdica. Insisto, el tema es un punto de partida pero no me dejo tiranizar por él. Cuando ya entras en el universo de la novela que te exige una serie de mecanismos para mantener al lector y una arquitectura novelística propia. Ese es el verdadero reto. Finalmente temas e historias los encuentras pero crear un mundo es otra cosa. Ese es el reto, el disfrute del escritor. La función investigadora y periodística está ahí pero eso no hace una novela, lo hace jugar con la estructura con los personajes, con los tiempos. Esto es lo que disfruto.
IF: Cuando leo una novela me gusta jugar a descubrir las influencias, pero en ti no las encontré.
IC: Qué bueno. (Suelta una risotada). Yo creo que es porque soy un lector desordenado, displicente. Voy leyendo según me van surgiendo las lecturas. No digo: voy a leer todo Bolaño… Fue un mal ejemplo (y se vuelve a reír). Bueno, todo Ellroy. Si me cruzo con una novela de él la leo y luego salto a un ensayo o a otra novela. Si me vuelvo a encontrar con él, regreso. Autores que me han marcado son claro, Cormac McCarthy pero tampoco es algo de volverme un fan. Leo algo de él y me voy con Rushdie. Ahora Estoy leyendo Shaliman El payaso y estoy emocionado. ¿Sabes?, me da eso de que quieres regresar a la lectura apenas puedas. La verdad leo por ocio y placer. Así que salto de un siglo a otro, de un autor a otro. Lo que sí es que en novela negra los gringos me siguen pareciendo admirables desde Hammett, pasando por Chandler hasta los actuales, como Don Winslow.
IF: ¿Cómo llegaste al género?
IC: Desde que empecé a escribir me quedó muy claro que quería escribir género negro. Creo que los dos culpables son Manuel Vázquez Montalbán y luego Paco Ignacio Taibo II. Ellos son mis primeros autores con los que me enamoro del género. Montalbán me volvió loco en mi juventud. Lo disfrutaba enormemente. Y hay otro, Eduardo Mendoza que es comiquísimo. Claro, yo no abrazo al género completamente; escribo también otras cosas, no he creado un personaje pero siempre va estar la huella de él en mayor o menor medida en mi literatura porque lo disfruto. Yo disfruto cuando escribo y eso del sufrimiento no va conmigo.
IF: ¿Quiénes son los autores nacionales que te merecen una buena opinión?
IC: Los que te voy a decir son compas míos, pero que conste que primero los conocí como lector, ellos son BEF y Paco Haghenbeck. Me parece que ambos tienen un gran aliento y nervio. Otro que etiquetan como novela del narco es Elmer Mendoza, quien pienso es un autor a seguir y que hay que leer. Uno que recientemente murió y que incluso está en el olvido porque creció a la sombra de Taibo es Juan Hernández Luna, el poblano. Cadáver de Ciudad es una novela fantástica, genial. Es un autor olvidado. Está también Antonio Ortuño en Jalisco, aunque no es identificado con el género pero coquetea con él. También Eduardo Antonio Parra, Fernanda Melchor y su Falsa Liebre. Me parece curioso que el lector mexicano siga buscando la novela histórica y no la de género.
La chica de relaciones públicas suelta un momento su celular y nos dice que para ahorrar tiempo va a ir por el auto. Imanol, y yo seguimos charlando sobre otros autores, Hilario Peña, Francisco José Amparán… Un helicóptero militar sobrevuela el Campo Marte. Suena un claxon. Caneyada y yo nos despedimos.
Entrevista aparecida originalmente en La jornada de Aguscalientes.

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